VENTANA
EL HILO INVISIBLE A UNA SALIDA
DESCUBRÍ EN ESTAS FOTOGRAFÍAS UN GRITO INTERIOR QUE ME REVELABA LA NECESIDAD DE ABRIRME DE NUEVO AL MUNDO
A las dos semanas de mi primer ingreso fui trasladado a otro hospital. Desde la camilla de la ambulancia, pude ver por las pequeñas ventanas superiores las copas de los árboles, los tejados de las casas, el cielo y, sobre todo, las nubes, con una intensidad como si fuera la primera vez en mi vida. Al llegar al nuevo hospital, el mundo volvió a cerrarse ante mis ojos, pero ya había quedado revelado de nuevo en mi memoria.
Una vez me concedieron el alta hospitalaria, inicié un proceso de recuperación física. Al tratarse de una lesión neurológica, mi cerebro aún tenía margen de mejora, por lo que dedicaba cinco días a la semana a la rehabilitación y al ejercicio, con la esperanza de estar mejor en un futuro cercano. Sin darme cuenta, fui aislándome cada vez más a causa de una recuperación que se hacía muy lenta. Pasaban los meses, los años, siempre a la espera de una mejora significativa que nunca llegaba. Casi sin darme cuenta, terminé sintiéndome cada vez más desanimado y atrapado en mi propio encierro.
Con el tiempo, vi que los únicos momentos en los que tomaba la cámara, era cuando subía al coche rumbo al pueblo de mi familia los fines de semana. Al detenerme a mirar aquellas fotografías, entendí que me estaban alertando de mi situación. En ellas descubrí un grito interior, un deseo de escapar de la asfixia en la que me encontraba atrapado. Me señalaron el hilo que debía seguir para abrirme al mundo, al espacio abierto, y permitir que la luz atravesara de nuevo las nubes que me estaban ocultando el sol.